Enseguida comprendí que era imposible evitarlo. Así es que sólo pensé: «¡Qué manera más absurda de morir!» Siguió el obligatorio «Mi vida pasa delante de mis ojos».
Lástima que no pasen únicamente los buenos momentos. Con mi ojo espiritual, vi lo siguiente:
• Mi padre me mece de niña sobre sus rodillas. Yo estoy llena de confianza innata.
• Papá me mece en el parque. Sigo estando llena de confianza innata.
• Papá huele a panecillos.
• Papá nos deja por una panadera. Demasiado para la confianza innata.
• Le preparo el desayuno a mamá. Tengo siete años.
• En la escuela soy un bicho raro.
• Conozco a Nina. Es como yo. Ahora somos dos bichos raros.
• Nina y yo apostamos a ver quién pierde antes la virginidad. Tenemos trece años.
• Un año después. He ganado la apuesta. Ojalá la hubiera perdido.
• Mi padre se va de casa. Ni idea de adónde.
• Nina y yo nos vamos de casa. Mucho alcohol. Un poco de éxtasis y mucho dolor de cabeza.
• Por fin la selectividad. Nina y yo nos abrazamos.
• Alex y yo nos conocemos en Venecia. Lo amo.
• Alex, Nina y yo pasamos juntos las vacaciones. Lo constato: ella también lo ama.
• Él también siente algo por ella.
• Se decide por mí. Uf.
• Le grito a Nina que no quiero volver a verla nunca más.
• Alex y yo nos casamos en la iglesia de San Vincenzo en Venecia. Estoy a punto de estallar de felicidad.
• Nace Lilly. Siento su piel sobre mi barriga. El mejor momento de mi vida.
¿Por qué no puede durar eternamente?
• He olvidado nuestro aniversario de boda.
• Alex y yo discutimos. Le ha comprado a Lilly una conejilla de Indias preñada.
• Le prometo a Lilly que pronto pasaremos un día juntas.
• Ulrich Wickert anuncia: «Kim Lange.»
• Enseño el culo a seis millones de personas.
• Daniel y yo nos acostamos juntos.
• Deseo que todo vuelva a ir bien.
• El lavabo al rojo vivo de una estación espacial rusa se precipita sobre mí.
Después de ese recorrido rápido por mi vida, de repente vi la luz. Igual que siempre se oye decir en los reportajes de televisión a las personas que sufrieron un paro cardíaco durante unos minutos y luego volvieron a la vida.
Vi la luz.
Cada vez más clara.
Era maravillosa.
Me envolvía.
Dulce.
Cálida.
Amorosa.
La abracé y me fundí en ella.
Dios, me sentía tan bien.
Tan protegida.
Tan feliz.
Volvía a estar llena de confianza innata.
Pero entonces la luz me rechazó.
Perdí el conocimiento.
Cuando volví a despertar me di cuenta de que tenía una cabeza enorme.
Y un abdomen tremendo.
Y seis patas.
Y dos antenas larguísimas.
¡Y eso ocupó el número uno en los momentos más miserables del día!
David Safier.
●*●๋• Cαlouяiηhα ●๋•*●
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