[ ... ]
Reflexioné un momento sobre qué podría significar su cháchara de galleta de la suerte, pero no tenía la más remota idea.
Y volví a pensar en el convite del funeral. Nina quería quedarse con Alex. Y él cedería. No hoy, ni mañana. Pero seguro que algún día. Lo sabía.
Porque Nina así lo quería.
Y Alex ya estuvo a punto de decidirse por ella una vez.
Yo aún estaba viva.
Y ahora estaba muerta.
O sea que ya no les obstaculizaba el camino y, antes o después, Alex se liaría con ella. Y entonces sería la nueva madre de Lilly.
La idea me hizo un nudo en mi pequeño estómago de hormiga.
Y sólo había alguien que pudiera ayudarme: la hormiga reencarnada a la que la reina iba a ejecutar. Quizás ella sabía cómo puedes influir en la vida de las personas reales siendo una persona con forma de hormiga.
[ ... ]
-¿Conoce la luz que se le aparece a uno antes de reencarnarse?
-Sí. Es como la zanahoria del burro. -dijo el Signore-
-¿Cree que las hormigas van hacia esa luz?
-No lo sé -replicó-, pero me cuesta imaginar que unas criaturas tan comunes como las hormigas acumulen buen Karma a lo largo de su vida.
Me quedé muy asombrada:
-¿Karma?
Por supuesto, ya había oído hablar antes del karma. Alex había leído un libro
sobre el budismo cuando estaba en plena crisis con sus estudios de Bioquímica. Yo,
en cambio, cuando entraba en crisis, prefería leer libros con títulos como Quiérete a ti
misma, Quiérete más a ti misma y Olvídate de los demás.
[ ... ]
-¡Tenemos que avisar a las hormigas! -dije a Casanova, sin tener la más remota idea de cómo iba a conseguir que esta vez me escucharan.
Entonces oímos el retumbar del agua que entraba bramando por el túnel.
-Demasiado tarde -dijo Casanova.
-Eso parece -asentí con tristeza.
-Al menos hemos salvado a unas cuantas hormigas -prosiguió Casanova-, a lo mejor basta para tener buen karma.
-Ojalá -repliqué.
Y llegó la gran marea.
De nuevo vi mi vida con mi ojo espiritual: la huida de los aposentos reales, Nina en albornoz, Alex desesperado, yo durmiéndome sobre la mejilla de la pequeña Lilly...
En ese punto intenté con todas mis fuerzas detener la película. Quería disfrutar del recuerdo de Lilly, de su respiración, de su cercanía, del besito de hormiga que le había dado... Quería saborear todo eso eternamente...
Pero el torrente de recuerdos se desbordó: divisé a la reina que huía y oí la marea. ¡Y vi la gran masa de agua que anegaba desde arriba el hormiguero! ¡Oí los gritos de las hormigas! Vi que la tierra de la cúpula cedía y nos caía encima. Noté que el agua fangosa me arrastraba... Entonces se me nubló la vista...
Durante un segundo.
Vi de nuevo la luz.
Cada vez más clara.
Era maravillosa.
Me envolvía.
Pero supuse que volvería a rechazarme. Intenté con todas mis fuerzas no abrazarla. No entregarme a ella. No quería volver a llevarme una decepción.
Pero tenía las de perder, era demasiado dulce. Dejé de resistirme.
La abracé.
Me sentía tan bien.
Tan protegida.
Tan feliz.
Entonces la luz me rechazó.
Una vez más.
Me desperté muy triste. Había mentido a Casanova: era cierto que quería ahuyentar a Nina, pero una parte de mí anhelaba enormemente esa luz. Una parte muy grande.
El signore Cassanova tenía razón: era como la zanahoria del burro.
David Safier.
●*●๋• Cαlouяiηhα ●๋•*●
No hay comentarios:
Publicar un comentario